(Imágenes y texto tomados de <www.pastoralsantiago.org>)
El martes santo por la mañana, en la
catedral de Santiago, el arzobispo presidió la Eucaristía concelebrada con
cerca de doscientos sacerdotes. Era la Misa Crismal.
La Misa se llama Crismal porque en ella se
consagra el santo crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los
enfermos.
En esta celebración litúrgica, después
del evangelio y la homilía los sacerdotes presentes renuevan sus promesas.
El
Obispo se dirige a ellos preguntándoles sobre su voluntad de permanecer fieles
al ministerio y a los votos contraídos en su ordenación. Ellos responden en voz
alta afirmando su deseo de hacerlo así.
La Misa Crismal la celebra el Obispo con los presbíteros de la diócesis y expresa la comunión sacramental en el sacerdocio de Cristo, y por ello la unión estrecha de los presbíteros con su obispo, sucesor de los apóstoles
El santo crisma u óleo perfumado representa al mismo Espíritu Santo y
con él se unge al bautizado, al que se confirma y a los consagrados por el
Orden sacerdotal: diáconos, sacerdotes y obispos.
La palabra crisma significa unción. Así se le llama ahora al aceite y bálsamo
mezclados y consagrados por el obispo. Se usa para ungir a los nuevos
bautizados y para signar a los confirmandos. También se usa para la unción de
los obispos y sacerdotes en el día de su ordenación sacramental. La materia
olorosa o aroma significa "el buen olor de Cristo" que deben esparcir
los bautizados.
El óleo de los catecúmenos se lleva al altar para ser bendecido por el Obispo.
Este aceite es un jugo untuoso (pegajoso) color verde amarillento; se extrae
del olivo o de otras plantas. Se usa en el bautismo como símbolo de liberación
de todo mal antes de la renuncia al mal y de la profesión de fe del que se
bautiza o, en el caso de los niños, de
sus padres y padrinos.
El óleo de los enfermos, que también
bendice el obispo, simboliza el vigor y la fuerza del Espíritu Santo, quien nos sostiene en la debilidad, nos conforta y une a la pasión de Cristo y nos llena de su gracia para afrontar la enfermedad e incluso la muerte.
Los óleos son llevados en tres
preciosas ánforas que se guardan en un lugar destinado dentro del templo.
Posteriormente, los arciprestes recogen la cantidad que necesitan de los mismos
para distribuírlos en las parroquias de su arciprestazgo.
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